viernes, 18 de mayo de 2012

Juan Salvador Gaviota


El vértigo de la rutina
y el éxtasis de la creatividad


En la vida, el hombre puede adoptar dos actitudes: 1) dejarse llevar de las apetencias naturales, sin aspirar a la realización de valores más altos; 2) esforzarse por sacar pleno partido a las potencias de que está dotado y a las posibilidades que el entorno le ofrece. La primera actitud es representada por la Bandada de la Comida (13). La segunda orienta la conducta de Juan Salvador Gaviota.


La Bandada de la Comida está formada por una multitud de pájaros que se aglomeran para luchar por una ración de alimento. Son seres carentes de identidad y nombre propio; forman una masa, obedecen ciegamente a la ley del instinto, acotan su actividad en los cauces limitados de la satisfacción de las necesidades elementales (14).


Juan -que no es «un pájaro cualquiera» (13)- estima que su potencia de volar puede adquirir una dimensión mucho mayor que la que posee cuando se reduce a desarrollar el tipo de vuelo necesario para adquirir el indispensable alimento. Por eso se interroga sobre su capacidad de asumir nuevas posibilidades de vuelo en su entorno natural: playa, agua, aire. Esta pregunta inicia el proceso extático de búsqueda de la plenitud personal a través de la experimentación, la superación de riesgos, la asunción de fracasos, la solución de dificultades, la celebración de momentos festivos o experiencias-cumbre. Este camino hacia la plenitud exige tensión de ánimo, reflexión continua, capacidad de iniciativa, espíritu de sana innovación creadora, apertura a lo desconocido y misterioso, afán inagotable de aprender y conocer.


Juan se ve llevado a superar la posición de la sociedad establecida en su torno, representada aquí por sus padres, para los cuales «la razón de volar es comer» (15). El volar es considerado por ellos como una mera actividad utilitaria, carente de un fin propio. No es entendido como un juego creador 3 . La rebeldía de Juan tiene un carácter positivo y no se expresa a través de un ataque sino de un acto de renuncia, que alberga un neto carácter simbólico: cede un trozo de anchoa, duramente disputada, a una gaviota menos habilidosa que él (15). Todo ascenso a un plano superior de actividad exige la renuncia previa a modos inferiores de realización. El nivel de realización a que aspira Juan es el del vuelo visto como un fin en sí mismo, como un juego creador lleno de sentido y, por tanto, de gozo y entusiasmo (15).


Juan intuye que hay dos conceptos de naturaleza: 1) el conjunto de realidades, procesos y potencias que constituyen el ser que uno ha recibido de los progenitores; 2) este ser recibido tal como va desarrollándose a medida que asume creadoramente las posibilidades de acción que le ofrece el entorno 4. Obrar conforme a naturaleza no significa, en la segunda acepción, dejarse llevar del instinto, sino poner en juego todas las posibilidades que estén al alcance de uno. El afán de Juan consiste en superar los límites de su condición de gaviota entendida al modo vulgar, como un tipo de ser viviente que tiene bien marcadas sus posibilidades y a ellas debe atenerse. Cuando sufre algún fracaso, Juan siente la tentación de acogerse al concepto más cómodo, menos arriesgado, de gaviota y llevar una vida sin desafíos y problemas. Promete ser una «gaviota normal» (21). Pero de nuevo la llamada de la vocación le impulsa a elevar el vuelo y proseguir el proceso de aprendizaje de nuevas formas de vivir. Ensayar nuevas posibilidades implica caminar en la noche (24), hacerse sospechoso para las gaviotas normales, sesudas, prudentes (34), alejarse del mundo confiado de los seres gregarios (35), afrontar el miedo (36), entregarse a sensaciones inéditas, que son fuente de poder, alegría y belleza (36). El vuelo perfeccionado entraña modos nuevos de diálogo con el aire, el agua y la tierra, una especie de juego que funda formas de encuentro y da lugar a momentos festivos. Esta nueva dimensión del volar llena de sentido la vida de Juan y la dota de libertad (35).


Esta soledad creadora, investigadora, de Juan choca abruptamente con el espíritu gregario de la Bandada de la Comida (35). Juan acepta el alto precio que le exige el aprender a volar y se eleva hacia la luz del mundo de la creatividad y el encuentro, mientras contempla a las otras gaviotas moverse pesadamente en un ambiente de oscuridad y tristeza (36). Se ha exiliado voluntariamente por amor a la verdad plena de sí mismo. Es un «extranjero» en su entorno social, pero lo es por elevación sobre el nivel de sus semejantes, no por un descenso, como sucede con Meursault, el protagonista de la obra de Camus El extranjero 5.





En el hogar de los que vuelan alto





La segunda gran experiencia de este relato es el encuentro de Juan con dos gaviotas representantes de la actitud de éxtasis, de búsqueda incesante y arriesgada de modos de vida superior. Son heraldos de un nuevo hogar, el constituido por todos los buscadores que se han entregado al esfuerzo del juego creador. Por eso su figura es resplandeciente, y su actitud amistosa, y se mueven en el alto cielo nocturno (46-47). Juan deja de ser un exiliado al adentrarse en un nuevo hogar con «nuevos horizontes, nuevos pensamientos, nuevas preguntas» (52). Es bien acogido por los habitantes de este mundo distinto, que son pocos pero sintonizan espiritualmente con él, en cuanto su meta es alcanzar la perfección, no sólo subsistir (53, 54, 58). Al verse ante las nuevas perspectivas de progreso que le abre la instauración de una unidad de convivencia con esta comunidad de seres congeniales, Juan olvida durante largo tiempo el mundo del cual ha partido (53), pero a veces se acuerda de cuanto aprendió en él.


En este nuevo ámbito de vida, Juan cuenta con la ayuda de un guía espiritual: Rafael. Ambos conjugan la acción y la reflexión, pues la auténtica forma de enseñar y aprender debe ser experiencial, reflexiva y activa a la par. La lección decisiva se la imparte a Juan la Gaviota Mayor de esta nueva bandada. Por adoptar una actitud dialógica, personalista, aparece con nombre propio: Chiang. De ella aprende Juan que «el cielo no es un lugar ni un tiempo». «El cielo consiste en ser perfecto» (55), no cesar de buscar y aprender, de superar límites, de sentir en el propio ser la llamada a hacerlo y la posibilidad de lograrlo. En la vida humana buscamos porque ya estamos instalados en aquello hacia lo que tendemos, y lo hacemos en virtud de la fuerza que la realidad buscada nos confiere. Vamos al encuentro de algo en lo cual ya estamos participando en alguna medida. La conciencia de la riqueza que alberga nuestro ser cuando adopta una actitud participativa nos permite desbordar la delimitación rígida de nuestro ser objetivo. Tal descubrimiento produce a Juan un sobresalto de gozo:




«¡Pero si es verdad! ¡Soy una gaviota perfecta y sin limitaciones! Y se estremeció de alegría» (59).




Una vez superadas las limitaciones de la actitud objetivista, se hace patente una ley básica de la vida creadora personal, a saber: que el «perfecto e invisible principio de toda vida» es la bondad y el amor, la solidaridad que lleva a compartir los descubrimientos que uno ha hecho y la riqueza que ha logrado atesorar (61). «Sigue trabajando en el amor», ésta fue la última recomendación de la Gaviota Mayor, la más perfecta, al joven Juan (61).


Fiel a este hallazgo básico y decisivo, Juan empieza a pensar en volver a la tierra de donde había salido 6. Compartir la riqueza significa convertirse en «instructor». Juan debía descubrir a sus congéneres de allá abajo que su verdadera naturaleza es aprender a ser libres, creativos, abiertos a valores cada vez más elevados, y que el aprender es incesante y nunca se llega a la meta porque ya se ha llegado en alguna forma, por cuanto se está ya en campo de vuelo, de libertad, de vida de participación en los valores. Esta vida de inmersión receptivo-activa en algo que nos envuelve y nutre es una existencia en el amor. Amar es lo contrario de encerrarse en los límites del egoísmo; implica apertura y entreveramiento de ámbitos de vida. Pero, como la actitud de amor debe ser adoptada y puesta en juego por cada uno, el aprendizaje de la perfección pende de nuestra experiencia personal. Juan decide ser instructor de cuantas gaviotas, en cualquier parte -en lo alto del cielo o a ras de tierra-, quieran tener una oportunidad de ver la verdad merced a la propia experiencia (62).




«Y mientras más practicaba Juan sus lecciones de bondad, y mientras más trabajaba para conocer la naturaleza del amor, más deseaba volver a la Tierra. Porque, a pesar de su pasado solitario, Juan Gaviota había nacido para ser instructor, y su manera de demostrar el amor era compartir algo de la verdad que había visto con alguna gaviota que estuviese pidiendo sólo una oportunidad de ver la verdad por sí misma» (62 e - 61 i).




La vuelta a los suyos como instructor





Juan instruye a los novicios de la bandada celeste, y vuelve a la tierra (63). Pronto acontece un entreveramiento de dos ámbitos: el de Juan, que desea enseñar a conocer el verdadero secreto de la vida, y el de Pedro Pablo Gaviota, que quiere llegar a descubrirlo (64). Tras su fecundo contacto con Rafael y con Chiang, Juan comprende la necesidad de tener un instructor que le ayude a uno a mirar lejos -«la gaviota que vuela más alto es la que ve más lejos» (63 e - 62 i)-, a entrever valores más elevados, en los que ya se participa pero a los que no se conoce bien sino a través de una experiencia esforzada.


Juan sabe ahora que lo fundamental en la vida es cambiar las actitudes inadecuadas, orientar debidamente la existencia. Cuánto hubiera adelantado él si en los tiempos del exilio hubiera estado Chiang a su lado. Por eso comienza a instruir a las gaviotas que se han exiliado en busca de la perfección. A todas les agrada hacer prácticas de vuelo porque es una experiencia positiva y reconfortante, pues da una impresión de poder y seguridad, pero no aciertan a adivinar que hay que mirar más allá de esta actividad concreta y buscar el sentido oculto que otorga excelencia a esa actividad.




«Cada uno de nosotros es en verdad una idea de la Gran Gaviota, una idea ilimitada de la libertad -diría Juan por las tardes, en la playa-, y el vuelo de alta precisión es un paso hacia la expresión de nuestra verdadera naturaleza. Tenemos que rechazar todo cuanto nos limite. Esta es la causa de todas estas prácticas a alta y baja velocidad, de estas acrobacias...» (76).




Pero ninguno de sus alumnos lograba penetrar en el sentido espiritual de esa voluntad de perfeccionar sus capacidades de vuelo. No se elevaban a un nivel de vida superior al de la actividad externa.




«Les gustaba practicar porque era rápido y excitante y les satisfacía esa hambre por aprender que crecía con cada lección. Pero ni uno de ellos, ni siquiera Pedro Pablo Gaviota, había llegado a creer que el vuelo de las ideas podía ser tan real como el vuelo del viento y las plumas» (76).




Es una ley de la vida humana que, cuando uno se mueve en un nivel de realidad, tiene gran dificultad en percibir la importancia de lo que sucede en un nivel superior. El que se entrega a las ganancias inmediatas apenas logra comprender el alto valor que encierra una actitud desinteresada, la consagración -por ejemplo- al cultivo de la belleza más allá de todo interés inmediato. Juan se esfuerza por abrir a sus compañeros un nuevo horizonte vital, una forma distinta y superior de entender la vida. Pero ellos se limitan a satisfacer sus necesidades elementales.




«Tu cuerpo entero, de extremo a extremo del ala -diría Juan en otras ocasiones-, no es más que tu propio pensamiento, en una forma que puedes ver. Rompe las cadenas de tu pensamiento, y romperás también las cadenas de tu cuerpo. Pero dijéralo como lo dijera, siempre sonaba como una agradable ficción, y ellos necesitaban más que nada dormir» (77 e- 76 i)).




La búsqueda de la perfección en el amor impulsa a Juan a volver a la Bandada de la Comida para servir de instructor a las gaviotas que tengan ansia de progreso. Como ahora se siente libre de ir adonde quiera y ser lo que es, no acepta la ley de dicha Bandada que prohibe volver a las gaviotas exiliadas (77). Sus alumnos dudan, porque todavía no han hecho la gran experiencia de la liberación personal. Pero, movidos por la decisión de Juan, vuelven todos ellos, y lo hacen en formación perfecta, ya que el amor pide conjunción y unidad (77-78). Las gaviotas de la Bandada de la Comida se sienten sobrecogidas ante tal perfección. La Gaviota Mayor les manda que ignoren a las exiliadas. Con el peso de la ley quiere coartar su libertad y su afán de ser creativas (78). Poco a poco y tímidamente, diversas gaviotas acuden a Juan para aprender el secreto de tal forma de volar.




«La única Ley verdadera es aquella que conduce a la libertad -dijo Juan-. No hay otra» (83). "A toda hora Juan estaba allí junto a sus alumnos, enseñando, sugiriendo, presionando, guiando. Voló con ellos contra noche y nube y tormenta, por el puro gozo de volar, mientras la Bandada se apelotonaba miserablemente en tierra» (79).




Juan invita a todos a ganar la suprema libertad del vuelo, frente a la sumisión a la ley del conformismo alicorto. Pero más de uno renuncia al esfuerzo que exige tal superación, pretextando que Juan es un ser inimitable. Al que es de verdad libre y dispone de grandes posibilidades lo consideran como un ser excepcional los que todavía se hallan sometidos a la esclavitud de los límites, de una concepción alicorta de la propia existencia. Juan, sin embargo, no acepta que se le considere como un ser "divino" en comparación con ellos. Ni él ni los que le siguen en su carrera hacia la perfección son seres excepcionalmente dotados.




«La única diferencia, realmente la única, es que ellos han empezado a comprender lo que de verdad son y han empezado a ponerlo en práctica» (83).
Las personas ansiosas de abrir horizontes de vida nuevos suelen adelantarse a su tiempo y se exponen a todo tipo de incomprensiones. Y Juan se pregunta perplejo:




«Por qué será que no hay nada más difícil en el mundo que convencer a un pájaro de que es libre, y de que lo puede probar por sí mismo si sólo se pasara un rato practicando? ¿Por qué será tan difícil?» (91) 7.




La formación de una escuela




A pesar del riesgo, Juan no ceja. Quiere acabar de formar a Pedro Pablo Gaviota para confiarle la tarea de instructor. Pedro ya vuela con admirable destreza y sabe que tal forma de vuelo perfecto es expresión de su verdadera naturaleza, y que no hay límites, ni siquiera la muerte, cuando se adopta una actitud creadora y libre. Le falta descubrir el núcleo de la creatividad, que es el amor. No comprende que Juan ayude a las gaviotas que han intentado poco antes matarlo. Juan replica:




«Pero, Pedro, ¡si no es eso lo que tú amas! Por supuesto, tú no amas el odio y el mal. Debes ejercitarte y llegar a ver la verdadera gaviota, lo bueno que hay en cada una de ellas, y ayudarles a que lo vean en sí mismas. Eso es lo que entiendo por amor. Es divertido cuando le pillas el truco» (91-92) 8.




Pedro no se sentía preparado para ser guía de otras gaviotas. Todavía creía necesitar a Juan. Este le indica el camino de la plenitud:




«Ya no me necesitas. Lo que necesitas es seguir encontrándote a ti mismo, un poco más cada día; a ese verdadero e ilimitado Pedro Gaviota. Él es tu instructor. Tienes que comprenderle y ponerlo en práctica» (92). «No creas lo que tus ojos te dicen. Sólo muestran limitaciones. Mira con tu entendimiento, descubre lo que ya sabes y hallarás la manera de volar» (92-93) 9.




Juan, el maestro, desaparece en el aire envuelto en luz. Y Pedro inicia su labor de instructor bajo el lema siguiente:




«... Tenéis que comprender que una gaviota es una idea ilimitada de la libertad, una imagen de la Gran Gaviota, y todo vuestro cuerpo, de extremo a extremo del ala, no es más que vuestro propio pensamiento» (93).




El recuerdo de Juan le enseñó a Pedro que el "pensamiento" al que aludía es el ideal del amor, que debe impulsar nuestra vida entera y darle sentido:




"... Aunque intentó parecer adecuadamente severo ante sus alumnos, Pedro Gaviota les vio de pronto tal y como eran realmente, sólo por un momento, y, más que gustarle, amó aquello que vio. ¿No hay límites, Juan?, pensó, y sonrió. Su carrera hacia el aprendizaje había empezado" (93).


 

martes, 15 de mayo de 2012