miércoles, 1 de junio de 2011

PTE SPENCER .W.KIMBALL EXPRESO:


Ahora bien, nuestros jóvenes y señoritas Santos de los Últimos Días son los mejores del mundo. En ninguna parte, de un océano a otro, hay grupo alguno que siquiera pueda compararse con ellos. Yo creo que prácticamente todos nuestros jóvenes y señoritas se crían con un deseo de ser rectos. Creo que son fundamentalmente buenos; mas con todo, hay demasiadas desgracias entre ellos. Son muchos los que se han perdido.
El diablo sabe cómo destruirlos. El sabe, jóvenes y señoritas, que no puede tentaros a cometer adulterio inmediatamente, pero también sabe que puede predisponeros por medio de asociaciones eróticas, conversaciones vulgares, ropa inmodesta, películas obscenas, etc. También sabe que si puede conseguir que empiecen a beber, o si puede hacerlos participar en su programa de “besuqueos y caricias indecentes”, los mejores jóvenes y las mejores señoritas finalmente cederán y caerán.
Es importante entender esta asechanza. No es fácil hablar o escribir acerca de este asunto; mas cuando vienen a mí los obispos con tristes relatos de hogares destrozados, de vidas frustradas, de desilusiones, tristeza y remordimiento; cuando entrevisto a personas que han caído en el lazo, les digo casi desesperado:
“¿Qué podemos hacer? ¿Qué puede hacer la Iglesia para ayudar a evitar esto? ¿Qué podemos hacer para proteger a la siguiente generación, a los jóvenes que vienen tras nosotros? Díganme.” Como respuesta, el joven o la señorita a menudo responden: “No se nos instruye con la franqueza suficiente. Recibimos mucha educación sexual de varias fuentes, pero esto nos perjudica. Continuamente estamos escuchando lo vulgar. Necesitamos amonestaciones; ser amonestados francamente.” Es mi sincera esperanza que las amonestaciones contenidas en esta obra sean suficientemente francas y claras.
Desde el punto de vista positivo, si nuestros jóvenes quieren evitar las asechanzas deberán ser firmes en principio, no tambaleantes como el borracho. Deberán disfrutar de su niñez y de los primeros años de su adolescencia con sus padres en casa; entonces, durante algunos años, tener sus actividades en grupo. En los bailes habrán de intercambiar compañeros por la felicidad y otras ventajas que esto proporciona. No tendrán citas durante los primeros años de su adolescencia, sólo ocasionalmente en los siguientes tres o cuatro años, y no empezarán a cortejar en serio sino hasta que estén preparados para buscar un cónyuge eterno mediante el matrimonio apropiado. Las asociaciones deberán conservarse limpias de toda impropiedad. Los besos habrán de reservarse por lo menos hasta esos últimos y bienaventurados días del noviazgo, cuando podrán hallarse libres de toda lujuria y tener un significado santo. Además, deberán mantener en todo esto una actitud sana y constructiva en cuanto al hogar, la escuela, la Iglesia, así como en lo concerniente a otras personas en general. Así podrían desarrollarse limpios de las contaminaciones del mundo.

EL MILAGRO DEL PERDÓN
Spencer W. Kimball

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