martes, 31 de enero de 2012

SECCION


Para mí, esa instrucción queda muy clara en la sección 121 de Doctrina y Convenios.
 
En esa sección, el Señor nos advierte que nuestro motivo debe ser puro: 

“Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener en virtud del sacerdocio, sino por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero”2. Al dirigir a los jóvenes y al influir en ellos, nunca debemos hacerlo para satisfacer nuestro orgullo y ambición.

 Nunca debemos usar la compulsión en ningún grado de injusticia. Esa es la elevada norma del ejemplo que debemos dar a nuestros jóvenes.

Vi esa norma llevarse a la práctica cuando yo era maestro y 
presbítero. Mi obispo y los que servían con él estaban decididos a no perder a ninguno de nosotros. Por lo que yo podía ver, su determinación era motivada por su amor hacia el Señor y hacia nosotros, y no por el egoísmo.
El obispo tenía un sistema. 

El asesor de cada quórum debía ponerse en contacto con todo joven con el que no hubiera hablado ese domingo; no debía acostarse hasta que no hubiese hablado con el joven que había faltado, con sus padres o con uno de sus amigos cercanos. 
El obispo les prometió que no apagaría la luz hasta que hubiera recibido un informe sobre cada uno de los muchachos. No creo que les haya dado una orden; simplemente dejó muy claro que esperaba que ellos tampoco apagaran su luz hasta que hubiesen dado ese informe.
Él y los que servían con él hacían mucho más que velar por nosotros. Nos demostraban con el ejemplo lo que significa cuidar a las ovejas del Señor. Ningún esfuerzo era demasiado grande para él ni para los que nos prestaban servicio en los quórumes. Por su ejemplo, nos enseñaron lo que significa trabajar incansablemente al servicio del Señor. El Señor nos estaba preparando mediante el ejemplo.

No tengo idea si pensaban que alguno de nosotros llegaría a ser algo especial, pero nos trataban como si así fuera, porque estaban dispuestos a pagar cualquier precio personal para que no perdiéramos la fe.

No sé cómo logró el obispo que tantas personas tuvieran expectativas tan elevadas. Hasta donde sé, lo hizo “por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero”. El método que usó el obispo de “no apagar la luz” tal v
ez no funcionaría en algunos lugares, pero el ejemplo de cuidar incansablemente a cada joven y de responder rápidamente trajo el poder del cielo a nuestra vida. Siempre será así. Ayudó a los jóvenes a prepararse para el día en que Dios los necesitara en familias y en Su reino.

(Élder Eyring)

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